MENUMENU

La asturiana Tania Montoto Martínez, doctoranda en el grupo de Investigación en Tecnologías y Gestión Bioquímica Ambiental de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), ha ideado un sistema automático de medición de presencia de microplásticos en aguas marinas. Solo requiere que la embarcación disponga de una toma de agua de mar y puede detectar la concentración de hasta partículas de 50 micras, el diámetro de un cabello.

Desde 2017, la doctoranda ha participado en las maniobras y ha trabajado aportando datos de estudio para la PLOCAN (Plataforma Oceánica de Canarias), a la vez que recogía los valores necesarios para su investigación. La PLOCAN ha tenido la suerte de llevar a bordo a Montoto, que ha conseguido, gracias a esta colaboración, publicar un artículo en la revista científica ‘PLOS1’ del que se desprenden datos relevantes y actualizados del estado de la calidad de las aguas.

“El objetivo es hacer seguimiento ambiental. En el estudio del medio marino hace falta salir a medir cómo se encuentran determinados parámetros como la concentración de plástico. Cuántos plásticos hay cada X tiempo para determinar cómo evoluciona la contaminación”, comienza a explicar Montoto Martínez, que se ha prestado a contar todos los detalles a la Agencia Local Gestora de la Energía de Las Palmas de Gran Canaria (ALGE).

La investigación surge, relata, de “la necesidad por parte del Ministerio de Medioambiente de conocer cuál es el nivel de contaminación de microplásticos en general en el medio marino, pero en concreto en la demarcación canaria, Ámbito de la Macaronesia”. Y los resultados la han sorprendido no por la presencia en todas las muestras de microplásticos, algo que ya esperaba, sino por la cantidad de fibras plásticas (un 64’42%), provenientes en su mayoría de textiles, neumáticos y artilugios de pesca. El resto, 34,58% corresponde a fragmentos plásticos.

“Conectamos un dispositivo a una de las tomas de agua que tiene el barco, se iba filtrando el agua y midiendo el caudal para calcular cuánto volumen de agua pasó por los filtros y así poder estimar la concentración de plásticos”, comenta sobre el proceso. Se detectó 1 microplástico por cada 100 litros. Se tomaron muestras a cien kilómetros del Norte de Gran Canaria y en la costa de Jinámar. En la costa, como era de esperar, se halló una mayor cantidad de microplásticos.

“Son datos preliminares”, aclara, debido a que no se ha contemplado la incidencia de factores ambientales y siempre es necesario hacer más ensayos en la región para aumentar la cobertura espacial y temporal de las mediciones. Aun así, todo esto es necesario para conocer el nivel de contaminación y su evolución con el paso del tiempo y, por ende, para poder diseñar las políticas de gestión de la contaminación necesarias.

En estas semana de confinamiento, la investigadora trabaja en el estudio del varamiento de cetáceos y su relación con los microplásticos, junto a otras personas de la Facultad de Veterinaria: “Estuvimos atendiendo varamientos en cetáceos en Canarias. Está claro que con un estómago tan grande no parece que vaya a afectar mucho pero también es considerable el problema añadido de los contaminantes químicos asociados a los microplásticos”.

“Para que el plástico sea rojo, azul o amarillo lleva un químico, para que sea más duro o más flexible, lleva otro”, recuerda Montoto, que estudia si hay afección epitelial por microplásticos en estos cetáceos.

Otra de sus experiencias de Montoto fue encontrar microplásticos en las caballas de las cofradías de Lanzarote y Gran Canaria. Participó en el estudio con la también investigadora Alicia Herrera, analizando los estómagos de la especie y lo cierto es que alucinó: “El 70% de las caballas que analizamos tenía plástico en el estómago. Y me quedé alucinada. También es verdad que para el consumo, se le quitan las tripas pero.. bueno, eso me impactó”, admite.

En las aguas de Canarias, al igual que en las del resto del mundo, la presencia de microplásticos es una realidad. Gracias al trabajo de Montoto se tiene ahora acceso a estos datos y su intención de seguir saliendo saliendo al mar para recabar más.

“Por un lado queremos seguir en colaboración con PLOCAN, que nos brinda la oportunidad de salir por lo menos dos veces al año y seguir una serie temporal, ver cómo evoluciona”, comenta, “si aumenta o disminuye, yo deseo que lo segundo”, admite. “Me gustaría ampliar mi investigación a plataformas más sociales como veleros recreativos o similares que, aunque salgan a menos distancia suman una parte de divulgación ambiental muy importante”.

Sobre las conclusiones del estudio y las soluciones a la presencia de microplásticos, la doctoranda, también activista de Ecologistas en Acción, cree que la reducción del consumo de plástico de un solo uso es “fundamental”, así como las recogidas de basura marina que, si sigue escondida en las profundidades, se convertirá más tarde o más temprano en más microplástico.

Siempre digo que si analizamos la producción de plástico en el mundo en realidad es sorprendente saber que el 40% de la producción de plástico global se destina a fabricar envases de un solo uso. Es una barbaridad. Casi la mitad del plástico que se produce está dirigido a envases de un solo uso, que son duran súper poco tiempo y a la vez son los que más te encuentras en las playas”, admite.

“Tenemos mucha responsabilidad a nivel individual, por ejemplo, a la hora de hacer la cesta de la compra con productos sobre-envasados. Para las instituciones, por ejemplo, que haya una obligación y restricción de utilizar menos envases de un solo uso y fomentar el comercio local y de cercanía que, al final, es el que menos envase necesita porque no requiere tanta conservación al venir de cerca”, resume.